Cuántas personas hoy en día están buscando lograr obtener una plaza de maestro?, cuántos han hecho y hecho el examen para poder aspirar unas cuantas horas o mínimo un interinato docente por un periodo de tiempo no muy corto para poder solventar unos cuantos gastos y tener un poco de experiencia para cuando llegue el año que viene y seguir intentándolo con más empeño y dedicación?.

Maestros de vocación que están deseosos de atender esas mentes tiernas hambrientas por aprender y absorver el conocimiento que puedieran brindar día a día en un salón de clases. Pero, qué hay con los maestros que solo son “maestros” de palabra, que ni vocación, ni empatía, ni simpatía, ni amor por la docencia y que solo cumplen el rol por cumplir y por obtener el cheque y los demás beneficios que por ser maestro automáticamente se adquiere.

Qué hay con los maestros que están ya cansados y que les importa un comino la responsabilidad y el deber de dar una enseñanza de calidad a nuestros hijos. Sé que nadie en este mundo es perfecto, sé que todos tenemos fallas y que claro, nadie es monedita de oro, pero, por eso mismo deberíamos de hacer un esfuerzo por brindar lo mejor de nosotros mismos y no lavarnos las manos cuando se nos presenten retos o cuando un alumno necesite de nosotros, ya sea emocional o académicamente hablando.

Me vino un recuerdo, allá en el 2014, cuando me preparaba para mi carrera, Licenciatura en Ciencias de la Educación, en una clase, una maestra dijo, que no le debemos dar amor a los alumnos, ni hacerles cariños ni nada que te comprometa emocionalmente con ellos, dijo”: esas son puras falacias, yo por eso nunca le digo mi niño, o mi amor, simplemente es una costumbre por quedar bien, porque de hecho, ni siquiera sentimos ese cariño, porque número uno, realmente son personas desconocidas, simplemente son alumnos.

De verdad que me retumbaron mis oídos, cómo podía ser posible eso?, estaba verdaderamente shockeada, se supone que nosotros dentro de un salón de clases nos debemos convertir hasta en la madre o padre del pequeño, debes hablar con cariño, respeto, autoridad y también ser dóciles y tener carácter, recordemos que son mentes blandas y sobretodo esponjitas que van captando día tras día conocimiento, actitudes y hasta el lenguaje corporal.

Recordemos que cada niño y/o niña son diferentes y aprenden diferente, y actúan diferente, de acuerdo al entorno donde crecen, debemos ser empáticos, y si por alguna razón cierto alumno no logra adquirir el conocimiento que se le ha brindado en clase, nuestro deber es buscar las estrategias o herramientas necesarias para sacar a flote a ese alumno que por circunstancias familiares y sociales no logró culminar, ni poner atención en dicha clase.

Espero de corazón nos tomemos en serio la gran responsabilidad que está en nuestras manos, porque, en nuestras manos está el futuro de un México mejor.

30/05/23
Ana María Zúñiga
Tabloide Informativo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *