Bernabé Ayala Rodríguez, orgullosamente etchojoense.

Punto de Vista
El domingo 24 de agosto del 2025 será inolvidable, ya que tuve oportunidad de compartir la mesa, el pan, la sal, y una excelente charla, con alguien a quien considero de toda la vida un amigo sincero, respetuoso, orgullosamente etchojoense y honesto a carta cabal.
Se nos hicieron cortas las casi cuatro horas que duramos plática y plática; anécdotas de la etapa puberiana y adolescencia, y el trajinar en el que nos hemos reencontrado haciendo un alto en el camino, y discernir los 50 años que llevamos de conocernos.
BERNABÉ AYALA RODRÍGUEZ desde que lo recuerdo, se esforzó por iniciativa propia para llegar a construir y forjar su propio camino, que puedo asegurar no fue nada fácil, porque no contaba con los recursos económicos y hacerse de una carrera que añoraba.
La vida le dió oportunidades y se hizo licenciado en una de las escuelas de mayor prestigio a nivel nacional prácticamente becado no quedándole mal a quienes le dieron el voto de confianza y poniendo muy en alto los apellidos de doña “Malicha y de su señor padre Don Lolo” (de cariño), a quienes todo Etchojoa y la región del Mayo los conocía por el don de gentes que ellos tenían.
Además de compartir el salón de clases de la Secundaria No 25, BERNABÉ salía corriendo a la puerta principal de la escuela porque El “Chapito” Cifuentes en su motocarro vendía un gran surtido de frutas, dándonos la oportunidad tanto a él como a mí, de que a los cocos le quitáramos la cubierta fibrosa (mesocarpio) y nos recompensaba con la suculenta y rica agua fresca de la fruta tropical.
Por las tardes de los fines de semana, el mismo “Chapito” nos aceptaba en su puesto de hotdog por fuera de la tienda de Don GILBERTO OBREGÓN para ayudarle a picar la cebolla morada y el tomate, a cambio de unos riquísimos dogos que, en aquel entonces aún no salían a relucir las salchichas envueltas en tocino.
Desde antes de entrar a la secundaria ya jugábamos béisbol en el baldío que se hacía en la esquina de la Vicente Guerrero y Nicolás Bravo, precisamente en contra esquina de la casa que me vio crecer también con mi queridísima abuela AMADA LEYVA ESCÁRREGA, y que, de ahí a una calle más al poniente vivía BERNABÉ en la intersección de la Nicolás Bravo y Pípila del meritito barrio del Jito.
Al iniciar la secundaria y estar en el mismo salón de clases, le recuerdo a BERNABÉ sus dotes de gran estudiante, le encantaba la lectura como también participar activamente en todo lo que fuera concurso de oratoria y declamación; no perdía oportunidad para estar compitiendo poniendo en alto el nombre de la secundaria y de Etchojoa.
Le sufrió BERNABÉ e hizo un sacrificio desde su etapa de bachillerato para ir y venir a Huatabampo a puro raite, no había de otra; su espíritu lo impulsaba a no quedarse rezagado en el camino de la vida.
Prácticamente esa era la rutina diaria; el básquetbol como el béisbol fue la pasión de BERNABÉ y, la cancha de la plaza 5 de Mayo como el estadio del DIF eran las áreas favoritas para sacar toda la energía acumulada de esa inolvidable época.
En los periodos vacacionales también nos tocaba andar juntos; casi en todas las ocasiones nos íbamos a la -plantada- del chile o tomate, o a la deshierbada de la calabaza u otra legumbre. Don “Chato” Cruz o Don Emiliano López nos llevaban en su troquita de redilas, y Manuel Mátuz, mi tío, era el mayordomo.
De tres a cuatro décadas tuvieron que pasar para volvernos a reencontrar desde la última vez en que le perdí la huella, como a muchos del Etchojoa viejo, el de los cuatro barrios como dijera nuestro amigo maestro ANDRÉS CEBREROS.
Afortunadamente de 7 u 8 años a la fecha no hemos perdido comunicación BERNABÉ y yo, y fue precisamente en el solar baldío de gratos recuerdos beisboleros donde construyó su casita, a la que viene a descansar después de su rutinaria actividad en la Ciudad de México; ahí me presentó a su LUPITA CHAVIRA, su bella esposa, la política por hoy Senadora y cercana, muy cercana a los afectos de la Presidenta de la República, Claudia Sheibaum Pardo.
Larga vida y salud para mi entrañable amigo BERNABÉ AYALA RODRÍGUEZ, su esposa y su bellísima hija.
Rafael Zúñiga Mátuz es columnista desde 1999 y miembro del Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa.
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